Ladrones de solidaridad


Karen Cancinos

Debemos efectuar una labor educativa incesante, para evitar que la gavilla gubernamental nos robe este concepto.

Es hora de empezar a hacer el recuento de los daños ocasionados por el actual gobierno. Por supuesto que la gestión del pusilánime Colom no tiene el monopolio del estropicio en nuestro país, pero si se trata de roer los jirones de institucionalidad que quedan en Guatemala, esta administración sí que se ha destacado.

Refirámonos, por ejemplo, al concepto de solidaridad, prostituido por el mandatario y sus secuaces. Hasta el desgobierno de la UNE, los eslóganes de las administraciones anteriores eran más bien inofensivos. Cursilones sí, ridículos si se quiere, pero así es el ejercicio político, sobre todo en estos rumbos iberoamericanos. ¿Recuerda el “Unidos, seguro vamos adelante” de Berger? ¿O el “Sí se puede” de Portillo, fulanito a punto de volver al ruedo politiquero en hombros de esa abominación populista denominada UCN? Del eslogan de Arzú ya no me acuerdo. “Que lo bueno siga”, o algo por el estilo. Pero el nocivo gobiernillo actual se columpió, como decimos los guatemaltecos. Eso de “Tiempos de solidaridad” colocó este concepto en la mirilla de los mediocres y lo enlodó.

Tomará años, pienso, limpiar a la solidaridad de la asociación con clientelismo, cultura de mendicidad, politiquería, corruptela y ordinariez con que Colom y su mujer embarraron una palabra que significa en su origen algo bien distinto. Porque cualquier persona decente —y con decencia no hablo de santurronería ni de refinamiento social, sino de dignidad humana— siente naturalmente adhesión, circunstancial o permanente, a causas que van más allá de su círculo familiar más estrecho. Porque cualquier persona decente se identifica con el sufrimiento de otros, precisamente porque el sufrimiento a nadie es ajeno: a todos nos visita en algún momento o periodo de la vida, de una manera u otra. Porque cualquier persona decente, en suma, es capaz de solidaridad. Y la inmensa mayoría de ciudadanos de este país somos decentes, que es tanto como decir solidarios.

Entonces, que una chusma abanderada por un par de individuos inescrupulosos, haya en los últimos tres años y medio utilizado la palabra “solidaridad” en sus embates populacheros, puede contarse como daño y como perjuicio. Hay que explicar ahora a los niños por qué es una burrada lo que leen en rótulos que dicen “Todos nuestros menús incluyen solidaridad”. Hay que analizar con los jóvenes por qué los “comedores solidarios” y los programas tipo “Vamos a la playa con solidaridad” son cualquier cosa, menos emprendimientos de solidaridad. Hay que enseñar, una y otra vez, qué es solidaridad, qué no es, y por qué nos va la convivencia pacífica en permitir que tal concepto sea abaratado y vejado considerándolo como sinónimo de enviciados proyectos politiqueros.

Hay que hacerlo, aun si encontramos un tanto fastidioso repetir continuamente esta labor educativa. Pero debemos asumirla con quienes nos rodean, pues es la única forma de evitar que la actual gavilla gubernamental nos robe hasta uno los conceptos que más valoramos: la solidaridad.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día viernes 13 de mayo 2011.