Le fallamos a nuestra niñez



Carroll Ríos de Rodríguez.


No hay peor servicio que el que rinde resultados defectuosos, o simplemente no se tiene.

La opinión pública deploró las manifestaciones de sindicalistas maestros, quienes no sólo bloquearon carreteras sino tomaron las instalaciones del Ministerio de Educación (MINEDUC). Percibimos que estas medidas políticas y frecuentes lastiman a los niños y jóvenes que dependen de la educación pública. Curiosamente, la agresividad del movimiento sindical corroe nuestra natural simpatía hacia la docencia.

No hay peor servicio que el que rinde resultados defectuosos, o simplemente no se tiene. Una radiografía del sistema estatal de educación tendría que ser compleja, pero con toda probabilidad nos deprimiría. Jamás se ha mencionado el caso de Guatemala como ejemplo mundial de excelencia. ¿Se gastaron los casi Q9.2 millardos presupuestados este año para el MINEDUC, de los cuales el 99% se destinaría a gastos de funcionamiento? ¿En qué? ¿Por qué nunca alcanza el dinero? ¿Cuántos días u horas efectivas irán los niños a la escuela en el 2011? ¿Se aprovecha el tiempo en el aula? ¿La gratuidad impide la calidad? ¿Cómo se prioriza el mantenimiento de las instalaciones deterioradas? ¿Cuántos niños desertan o repiten anualmente? ¿Se incorporan al sistema avances tecnológicos y pedagógicos? ¿Logran los egresados del sistema admisión a la universidad o un buen empleo? ¿Qué edad y preparación tienen los maestros? ¿Cumplen con sus obligaciones? ¿Se condiciona su remuneración a resultados, horas-trabajo, número de alumnos atendidos, u otro criterio?

El futuro Ministro de Educación, si es serio y honesto, enfrentará retos superiores a los bochinches sindicales. Se proponen variopintas reformas al sistema educativo en los planes de gobierno partidistas, y unos foros de presidenciables, como el del Centro Universitario Ciudad Vieja, privilegian temas académicos. Dos cambios lucen impostergables: una adecuada rendición de cuentas, y un esquema abierto y -descentralizado.

La educación pública es un servicio medible; se pueden aplicar ciertos parámetros de calidad. Se pueden emular las buenas prácticas de países exitosos. Las pruebas anuales a los estudiantes y a los docentes son sólo un primer paso. Claro está que, una vez se ha evaluado, hay que alinear los incentivos para recompensar el trabajo bien hecho y replicar los aciertos, por un lado, y castigar los fallos por el otro.

Dado que el ministerio es la burocracia centralizada más grande del país, un cambio veloz vendrá sólo implantando la descentralización y la desregulación. La apertura provocaría la proliferación de ofertas educativas: generalistas, agrícolas, artísticas, deportivas, religiosas, científicas, tecnológicas, y más. Serían lucrativas y no lucrativas, caras y baratas, certificadas y experimentales, a toda hora, virtuales y presenciales. Los bonos escolares servirían para garantizar el acceso a jóvenes de escasos recursos, a la educación de calidad preferida por sus padres. Una oferta plural haría más competitivo el servicio público tradicional. Es tiempo de ser valientes y emprender una modernización verdadera.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día miércoles 10 de agosto 2011.