El precio de ser un trofeo


José Raúl González Merlo

JOSÉ RAÚL GONZÁLEZ

Parece que la Cicig “tira la toalla” en el juicio local contra Carlos Vielmann y prefiere que lo juzguen en España. La decisión no dejó de ser controversial, especialmente por la forma en que fue anunciada, lo que amerita una reflexión respecto de la “herencia”, queramos o no, que Cicig está dejándonos. Cuando el otrora poderoso director del FMI —Dominique Strauss— fue acusado, por una empleada de hotel de Nueva York, de violación, la Policía no dudó en llevarlo “enchachado” a prisión, en medio del escándalo internacional.


Pero cuando el caso se vino al suelo por la poca credibilidad de la víctima, el fiscal tampoco dudó en liberarlo inmediatamente. Hay mucho que aprender de los “operadores de justicia” que se precian de ser profesionales…

Acá la Cicig retiró el proceso contra Carlos Vielmann, con quien me unen lazos de parentesco, argumentando que “no hay garantías” para su juicio en Guatemala. No se sabe exactamente qué quisieron decir con ello. ¿Quiere decir que no tienen suficientes pruebas y prefieren jugársela en España? ¿La decisión está influida por la liberación del Dr. Giammattei, quien estaba acusado de delitos similares? O ¿se hicieron las declaraciones para “picarle la cresta” al Organismo Judicial? Quién sabe… Lo cierto es que, así como ha habido éxitos por prontas capturas en “delitos de alto impacto”, así también se deben aportar evidencias contundentes de la comisión de delito antes de privar de libertad a cualquiera.

Allí es donde entran casos como los de Vielmann y Giammattei… No da confianza que se insista en acusar de delitos que no estaban tipificados cuando, supuestamente, se cometieron. Tampoco que se pretenda la extradición por delitos no contemplados en los tratados internacionales. O la novedosa herramienta de los “testigos protegidos” que, en otros casos, se han retractado de lo declarado ante juez, alegando presiones para favorecer la versión oficial. O encarcelar a personas que ni estaban en el país cuando se dice que se cometieron los delitos, como también ha pasado. Encarcelar sin justa razón no se vale, y resta credibilidad. No digamos las amenazas abiertas o veladas a periodistas o jueces cuyos fallos no son compartidos por Cicig.

Se supone que la herencia de Cicig sería un mejor Ministerio Público: más profesional, menos politizado, más “justo”. La idea sería que persiga a los supuestos criminales pero que también los deje en paz si no existe evidencia clara de su participación en la comisión de delito. En pocas palabras, que busque quién se las deba, no quién se las pague… El caso de la Fiscalía de NY es un buen ejemplo de esa profesionalidad con que, ojalá, algún día, se manejen nuestros asuntos criminológicos. Mientras tanto, Vielmann seguirá pagando el precio de ser un codiciado trofeo político.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 19 de julio de 2011.