Magdalena

Aún no me ha llegado la invitación para la boda de Victoria de Suecia, y quedan muy pocos días, es el 19. Esta incontigencia me tiene muy nervioso porque no sé si debo comprar el regalo ya o esperar un poco por si las moscas. (¡Victoria, llama!, o déjame una perdida y ya te llamo yo)
Ya, ya sé que las monarquías tienen muy mala prensa en estas blogosferas, pero a mí me gusta Magdalena, la hermana guapa de Victoria, y mi intención es encontrarme con ella en la boda para cortejarla apasionadamente. Ahora ha roto con su novio y esto me da más confianza y una gran seguridad en mí mismo.
Yo por Magdalena pierdo el sentido, pero quiero estar con la cabeza despejada para no cometer errores. Por amor se pueden hacer locuras y de hecho se hacen. Hay quien promete hacer el Camino de Santiago a patita si su equipo de fútbol asciende de categoría. Yo prometo cruzar el Estanque del Retiro a remo si Magdalena me corresponde amorosamente. Y quien dice el estanque del Retiro dice el Estrecho de Gibraltar, me es lo mismo, como esa británica tan valiente, Roz Savage, de 42 añitos, que ha cruzado el Pacífico dándole a los remos. Toda una heroína ejemplarizante para la juventud amodorrada de hoy. Doña Roz salió de San Francisco (USA) y llegó a Papúa Nueva Guinea dos años después. Ahora dice que uno de sus mayores deseos es poder disfrutar de la comodidad de una cama. Yo también pero con Magdalena de Suecia. Una cama me puede sugerir mil contorsiones de Kamasutra si está junto a mí mi amada Magdalena.
¡Magdalena, tú nombre es tan duce...!
¡Victoria, llama!