¿Estado débil?


JOSÉ RAÚL GONZÁLEZ MERLO

Dicen que hay que aumentar impuestos porque Guatemala tiene un Estado “débil”. ¿Débil? No. Disfuncional, incompetente, corrupto, a pesar de la gente buena que pueda estar allí, tal vez; pero no débil. Por lo tanto, es ingenuo creer, como se insinúa, que simplemente con más impuestos tendremos un mejor Estado. El Estado de Guatemala es fuerte. Hace lo que quiere con quien quiere. En el pasado sus agentes fueron protagonistas de graves violaciones a los derechos humanos, y en el presente sus agentes son la más importante amenaza a nuestra prosperidad y garantías constitucionales.


¿Qué tiene de débil un Estado que, si se le da la gana, lo puede llevar “pie con geta” a la cárcel, puede confiscar su propiedad o gastar fondos públicos sin control?

El Estado de Guatemala no es débil. Por una parte es fuerte, como para que la seguridad del aeropuerto confisque la cajita de crayones de cera del niño-pasajero, pero deja pasar valijas de dinero cuando las llevan funcionarios públicos. Mantiene indefinidamente en la cárcel a personas sin condena, pero no investiga ni persigue, de oficio, denuncias de graves delitos. Es indiferente frente a las violaciones a la libre locomoción, pero respetuoso del derecho de manifestación de Joviel Acevedo, bloqueando calles y carreteras. Que no lo engañen, el Estado de Guatemala ya posee lo necesario para promover el bien común. ¿Débil? No. Sin valores, sin ética, sin moral, sin “voluntad política”, tal vez. Cosas que, de paso, también escasean a lo largo y ancho de nuestra sociedad.

¿Gobierno fuerte? ¿Que respete sus derechos individuales? Otra historia. ¿Cuánto poder tiene sobre su vida la Policía, el MP, Cicig, la SAT, los tribunales, el organismo Ejecutivo o el Congreso? Mucho más del que usted cree, y si supiera, se espantaría. ¿Ya leyó la Ley de Extinción de Dominio, por ejemplo? Léala y luego hablamos. Los únicos tranquilos parecen ser los criminales, quienes, de todas maneras, no temen a la ley.

Contrario a lo que se nos quiere hacer creer, la fortaleza del Estado no está en su tamaño ni en sus ingresos. Su verdadera fuerza radica en la legitimidad con la que ejerza su poder coercitivo, en el respeto —no miedo— que infundan sus autoridades, en la percepción de justicia que se imparta en sus tribunales, en la razonable eficiencia con la que entregue servicios públicos, en la honorabilidad con la que actúen sus funcionarios. Para ello, obviamente, se requieren fondos, pero, como dicen, hay cosas que el dinero puede comprar, los valores necesarios para que un Estado funcione, a favor del bien común, no tienen precio.

Así que, a como se están planteando las cosas, de nuevo, más impuestos solamente nos garantizan más del mismo gobierno y Estado. Más grande, pero no mejor; más “fuerte”, pero no más respetuoso de nuestros derechos constitucionales; nuevo, pero igual a los anteriores. No sea ingenuo, no caiga, otra vez, en esa vieja trampa. Llevamos años haciendo lo mismo y seguimos esperando resultados diferentes. No acepte más gobierno y exija un mejor gobierno antes de darle un centavo más.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 06 de septiembre 2011.