¿Qué estamos por elegir?



“El trabajo de un político es ser vendedor de sueños” —dijo una vez Alfonso Portillo—. Esta campaña no ha sido la excepción. Los grupos de interés han convocado a los candidatos a foros para que les expliquen qué van a hacer con respecto del tema de su particular interés. Como que siguen creyendo que el Presidente es omnisciente y todopoderoso porque a él acuden para la solución de cuanto problema hay en el país.



JOSÉ RAÚL GONZÁLEZ MERLO

“El que mucho abarca, poco aprieta” —dice el refrán—. La administración pública no es la excepción. Todos los presidentes han ofrecido en sus famosos “planes de gobierno” la “solución a los problemas nacionales”. Todos han fracasado y, por ello, sus últimos días de gobierno sirven para justificarse. Dicen que “cuatro años es poco” para cumplir lo prometido o que “no tuvieron suficiente dinero”. Convenientemente se olvidan de que para prometer nunca les hizo falta recursos.

Pareciera que el Gobierno debe tener una política para cada una de las etapas de nuestra vida. Una política de niñez y juventud y otra del adulto mayor además de una política de género y otra indígena. Debe haber una política de vivienda, otra de educación, una política reproductiva, industrial, del medioambiente, de salud, una política laboral. ¿Hay algo que quedó fuera? No importa, siempre se puede inventar una nueva política. Los grupos de interés detrás de esas “políticas de estado” pretenden que el Gobierno asigne un presupuesto público para cada uno de esos aspectos y gozar de los beneficios.

¿Qué es lo que al final de cuentas estamos eligiendo? Un papá que nos trate como niños imponiendo, desde el despacho presidencial, la mejor política para regir cada uno de los aspectos de nuestras vidas. ¿Un rey feudal que tendrá derecho a decidir sobre el destino de sus ciervos? ¿O un Presidente, un servidor público que nos trate como personas libres y responsables? El problema es que hay demasiados intereses para crear un estado paternalista. Las ONG se pelean el privilegio de diseñar esas políticas públicas y extraer los respectivos fondos del presupuesto de gastos de la nación. Es el modus vivendi de moda.

El Gobierno no es la solución al problema; el Gobierno es el problema. La razón por la cual seguimos con los mismos problemas es porque cada cuatro años acudimos al hoy candidato y mañana gobernante para que él les dé solución. Grave error. La solución es nuestra; como ciudadanos. Renunciar a esa fundamental responsabilidad es fomentar en los gobernantes ese síndrome de dependencia que únicamente los enriquece a ellos y sus ONG a costa del ciudadano. En materia de política pública, la mejor es la de “mucho ayuda el que poco estorba”. Los ciudadanos no son niños incompetentes. No nos traten como tales.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 23 de agosto 2011.