Facundo

PEDRO TRUJILLO.


Tenías que venir a Guatemala a morir vilmente asesinado para despertar la conciencia de una ciudadanía dormida. Pocos han conseguido lo que tú, no sólo en vida, también después de muerto. Sacar a gente indignada a la calle durante un fin de semana y que se formen colas o se aglomeren en no importa qué lugar del país, es todo un logro Facundo. El mundo ha conocido cómo hemos permitido que se llegue a este punto. La noticia de tu asesinato seguro ha hecho pensar a millones de ciudadanos cómo es posible que tantos homicidios se produzcan a diario sin que “nada pase”, sin que se estremezcan conciencias o se paralice un país.



No pocos han sentido eso que se denomina vergüenza ajena, al descubrir la bajeza moral y no encontrar otra justificación que no sea el abandono o la pasividad.


Tampoco has escapado de los politiquillos y aprovechados de turno. Un presidente que decreta tres días de duelo nacional, cuando no ha asistido a un solo funeral por los más de 20,000 asesinados en lo que va de su administración ni se inmutó mientras se desviaron fondos, del ministerio que hace unos días no supo protegerte, para programas de su ahora ex esposa. Hoy, sin embargo, ante la vergüenza internacional (que parece preocuparle más que lo interno) promueve unos días de luto, como si eso sirviera para que volvieras a cantar y otros regresaran. Tampoco la premio Nobel escapó del atrevimiento. Llorosa y declarándose amiga tuya, manifestó que era un crimen ideológico, con la ignorancia de quien manipula la realidad y el atrevimiento de quien jamás apareció en un solo entierro de conciudadanos porque su múltiples viajes y ocupaciones no se lo permiten. Sentite preocupado de que vaya a verte, las cámaras, las fotos y la imagen pública pueden más que la honestidad, que la decencia. Otros menos conocidos, pero igual de interesados, pagaron miles de quetzales de fondos públicos para manifestarse por tu muerte en campos pagados y firmar a pie de página de forma que aparezcan aunque no sea en la foto. Sepulcros blanqueados, artista. ¡Qué pena no tener un día extra para componerles la trova que todos ellos se merecen!


No puedo, cantautor, dedicarte más que un diecisieteavo de mi indignación, de mi pena, de mi rechazo y repudio a quienes nos han llevado a esta miserable situación que tú pagaste con tu vida. Hoy, y mañana y pasado, morirán asesinados, como tú, otros 17, sin saber por qué, víctimas colaterales de una violencia que no han querido parar porque se requiere de muchos pantalones y estamos necesitados a pesar de maquilar miles a diario. Lamentablemente serás un número más en todo esto porque lo importante para ellos es sobrevivir a no importa qué evento. Seguirán vendiendo su inexistente preocupación “por el pueblo”, por “los pobres”, y tú, desde donde estés, junto con los miles de asesinados de este país, podrás cantar, con ese privilegiado prisma que permite ver las cosas desde afuera y la suerte de que el MP enviase rápidamente a sus investigadores para que no formes parte del 98% de casos no resueltos. ¡Salve, Facundo!, hazte amigo de aquellos que ahora te rodean, muchos son las víctimas de estos otros y te podrán contar cómo son en realidad, aunque creo que tú los conoces sobradamente.


Por acá, continuarán buscando culpables, justificando acciones o engordando su hipocresía a la menor oportunidad. Mientras tanto, otro crimen, más deleznable aún, te opacará. ¡Qué pena!


Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 12 de julio 2011.