Sí importa la familia

El insustituible rol de la familia es reconocido bellamente en el preámbulo de nuestra Constitución.


Carroll Ríos de Rodríguez.


La propaganda electoral que juega con el tema de la familia arranca en los votantes risas, aprecio o indignación. Indistintamente de las motivaciones que originaron esta veta en el debate nacional, es un acierto resaltar la importancia de la familia para el bienestar social y económico del país. Es una verdad que sabemos intuitivamente, por experiencia u observación, pero que se puede nublar. A veces tomamos a la familia por sentado y le restamos valor, o peor aún, permitimos que se invada su ámbito de competencia.


Lo que tal vez no se sabe es que existe evidencia científica para el caso específico de Guatemala. El estudio Determinantes del Crecimiento Económico, Población y Familia: El Caso Guatemala (2007), elaborado por la Dra. María Sophia Aguirre, se plantea la pregunta: ¿está vinculada la pobreza o riqueza de los guatemaltecos con la estructura familiar? La respuesta es sí. Usando los datos generados por la Encuesta Nacional de Empleos e Ingresos (ENEI), Aguirre encontró que la familia constituida por hombre y mujer unidos en matrimonio es la estructura que mejores resultados obtiene en pro de sus miembros, seguida de las uniones de hecho (matrimonios de facto). Estas familias tienen un mayor nivel de ingresos y de ahorros, y tienen más probabilidades de ser propietarios. Además, los miembros acumulan más estudios, lo cual es positivo para la economía nacional, pues un incremento en el nivel de educación genera más capital humano. Lo dicho es cierto tanto para familias ladinas como indígenas. Las personas con un índice de necesidades básicas no satisfechas más alto tienden a ser familias de personas divorciadas o separadas, y madres solteras. Como factor determinante del bienestar económico, es más importante la estructura familiar que otros factores, como por ejemplo, diferencias étnicas, la recepción de remesas, o si se vive en el área rural o urbana.


El insustituible rol de la familia es reconocido bellamente en el preámbulo de nuestra Constitución. Allí se admite “la primacía de la persona humana como sujeto y fin del orden social” y a la familia “como génesis primario y fundamental de los valores espirituales y morales de la sociedad”. En otras palabras, la familia no sólo contribuye a la economía y a la estabilidad social, sino debería ser el ámbito donde se colman nuestras necesidades afectivas. En aras de la dignidad inherente de cada persona, el Estado está llamado a respetar a la familia y garantizar los derechos básicos de sus miembros.


Los votantes debemos evaluar las propuestas concretas para la familia. Sospechemos de políticas públicas metiches que se arrogan atribuciones que nos competen a los padres o reducen la libertad de nuestras familias. Las relaciones amorosas y contractuales que unen a los miembros de la familia son responsabilidad de personas únicas, y éstas reciben un espaldarazo más eficaz de parientes, grupos de apoyo, líderes religiosos y profesionales especializados, que del abstracto y distante Gobierno.


Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día miércoles 29 de junio 2011.