Viaje maldito... ¡maldito viaje!

Era un viaje ilusionante, un deseo que llevaba acariciando desde hacía mucho tiempo. Iba a subirme por fin a aquel tren en el que no viajaba desde niño. Tenía el corazón a cien. Subí... Y el tren arrancó en medio de una algarabía general de viajeros infantiles. La locomotora nos arrastró hacia el interior del tunel. Se hizo la oscuridad y sonó más fuerte el traquetreo de las ruedas sobre los raíles. Noté que alguien se había sentado a mi lado.

Le conocí por la voz, era el presidente Rodríguez Zapatero. Me habló. "Debes aceptar como buen ciudadano las medidas anti-crisis del gobierno. Te lo digo con mi mejor talante" No me lo creía. ¿Esto me estaba pasando a mi?... El presidente elevó el tono de voz y pasó un brazo sobre mis hombros en actitud paternalista. "No consigo sacarles un miserable euro a los ricos, no colaboran. Tenemos que ser nosotros, los ciudadanos demócratas, quienes levantemos el país. No vayas a la huelga del 29, acepta los nuevos impuestos, apriétate el cinturón y ya verás como dentro de cuarenta o cincuenta años salimos de la crisis, se acaba el terrorismo y dejan de existir el PP y la Conferencia Episcopal.

El tren salió del tunel y el presidente Zapatero desapareció como por arte de encantamiento. ¡Jesús, qué aparición más extraña!... Volvimos a internarnos en el tunel y sentí una nueva presencia a mi lado. "Así que crees en el cambio climático pero no crees en la guerra, je, je", me dijo José María Aznar en tono de reproche. "¡La guerra es necesaria, sociata imbécil!", y subió el tono de voz gritándome casi en la oreja. Y, no conforme con ello, me hizo el conocido gesto grosero con el dedo corazón. Pero aún fue más allá, intentó meterme el dedo en el ojo. Forcejeamos un rato y me salvó la aparición de la luz. Otra vez me hallaba fuera del tunel y muy aturdido por tan extrañas apariciones. Pensé en lanzarme en marcha del tren, pero, mientras me hacía esta reflexión, ya estaba otra vez en el interior del tunel.

Nuevamente alguien se había sentado a mi derecha. Reconocí la voz beatífica que me dijo: "Triste es pedir pero más triste es robar. Regáleme un lote de trajes caros, caballero, obséquieme con algo digno de mi estatus y yo le recalificaré unos terrenitos en Valencia. Sepa usted que soy muy poderoso, hasta el Papa me recibe en audiencia" Yo seguía muy asustado aunque esta vez el personaje no intentó agredirme. El Molto Honorable fue fiel a su sonrisa y dulzura.

Los chillidos de la grey infantil cesaban como por ensalmo cada vez que el tren asomaba al exterior, pero en el tunel nos esperaban nuevos contactos terroríficos. Cada incursión en aquel estrecho pasadizo ferroviario me deparó nuevas angustias y miedos. Rajoy me echo en cara que yo era uno de los culpables de que se rompiese España. "¡Nos vamos a quedar todos sin chuches!", gritó encolerizado. Cándido Méndez y Fernández Toxo me llamaron "esquirol de mierda", amenazándome con enviarme un "piquete informativo" para que me rompiese todas las costillas. Los monseñores Rouco Varela y Munilla me afearon mi afán masturbatorio y proabortista y aprovecharon para recordarme que me iba a asar en el Infierno como un pollo en el quiosco de Anita. Los toreros me insultaron por mi antitaurinismo y blandieron sus estoques desafiantes. Unos etarras con txapela y pasamontañas se empeñaron en que negociase con ellos. "¡O negocias o te pegamos un tiro en la nuca, españolista de mierda!"

Y el más desagradable de todos los encuentros fue el último. Doña Rita Barberá llegó a agredirme con su bolso de Vuitton en el que previamente había introducido un ladrillo. "¡Dale fuerte a ese hijo de puta, dale!", jaleaba otra mujer a la que enseguida reconocí, era Doña Esperanza Aguirre.

Por fin se detuvo el tren. ¡Uf, qué descanso!... Juro que, en lo que me queda de vida, jamás volveré a subirme al tren de la bruja. Los niños que se apeaban conmigo seguían felices entre gritos y risotadas. Desde luego, yo ya soy un carroza, no estoy para estas emociones tan fuertes.

Tras avanzar unos metros, volví la vista atrás y entonces lo comprensdí todo. La atracción se llamaba: "Tren de la Bruja con bolso de Vuitton y resto de frikis" Antes no había reparado en ello.