Fue un milagro

La romería de la Virgen fue muy vistosa, como todos los años. Acompañó el buen tiempo y eso animó a los veraneantes de otros pueblos a acercarse a Pedrocillos de la Sierra Alta. La Virgen, Nuestra Señora del Encinar, fue llevada en andas por guardias civiles y policías locales siguiendo la tradición. Detrás iba el cortejo encabezado por el señor alcalde y sus concejales, seguidos por las beatas, chavalería y resto de procesionarios.
El día siguiente fue un día más de verano en Pedrocillos. Pero algo iba a alterar esa paz estival, y el primer alterado fue el cabo de la guardia civil, Don Modesto.
El mofletudo benemerito descolgó el teléfono y preguntó:
- Cuartel de la Guardia Civil, ¿quién llama?
- Soy Aniceto, Don Modesto, esto es un comunicado.
- ¿Qué coño dices?
- Que le voy a leer un comunicado, tengo secuestrada a...
- ¡Aniceto, ¿has vuelto a beber?!, ¡me cago en el copón divino!
- No he bebido ni una gota y esto es un secuestro.
- ¿Quééé...?!
- Que he secuestrado a la Virgen y pido por el rescate...
- Vayamos por partes, Aniceto, tú nunca has estado muy bien de la cabeza que se diga, y lo último que has conseguido es que te abandone tu mujer. La pobre Manuela...
Entró como un huracán en el despacho de Don Modesto el cura del pueblo, Don Serafín.
- ¡Modesto, Modesto, que ha desaparecido la Virgen de la ermita!... ¡que no está en su pedestal!... ¡Modesto, que nos la han robado!
- ¡Mecagüenla...! - dio el cabo un porrazo sobre la mesa - que este gilipollas va en serio. Oye, Aniceto, ¿tú has cogido a la Virgen?
- Sí, la he secuestrado, y si no me crees asomaté a la plaza. Estoy en la torre del campanario. Ah, y saca los prismáticos para que me veas bien.
Salieron el cura y el guardia a la plaza y miraron hacia la torre. Don Modesto miró por los prismáticos.
- ¡Joder, pues es verdad!
El cura se puso hecho un basilisco:
- ¿Pero ese energúmeno tiene a la Virgen?...!
- ¡Un momento!
Don Modesto volvió a su despacho y al teléfono.
- ¿Qué coño quieres, mangante?
- Sin insultar que uno tiene su dignidad. Mi petición es la siguiente: O mi Manuela vuelve conmigo o... Mire, tengo a la Virgen y un martillo. Si mi mujer no hace una declaración ante todo el pueblo de que regresa a casa... ¡me cargo a la Virgen a martillazos!, y es una talla de mucho valor, ya lo sabe usted.

No continuará. Que cada cual se imagine el desenlace a su capricho.

Una posibilidad:
A Aniceto lo mata de un certero disparo en la cabeza su hermano Euricio, ex tirador de élite de los GEO y hermano mayor de la cofradía de la Virgen del Encinar. Al morir Aniceto, la Virgen cae de la torre y apenas se hace unas magulladuras porque es una talla muy fuerte de madera de encina.
El cabo Don Modesto, que supo llevar con mucho tacto las negociaciones con Aniceto mientras Euricio iba a su casa a por el rifle telescópico, es destinado al País Vasco para que negocie con ETA (Se rumorea que se ha desplazadio con él el Euricio, pero posiblemente sólo es una intoxicación del PP)
El padre Serafín sigue tan feliz tirándose a la Manuela. (¡Oh, si el señor obispo se enterase de que lo hace con preservativo!)
Al día siguiente llovió en Pedrocillos de la Sierra Alta. Llevaban mucho tiempo de sequía y la gente lo atribuyó enseguida a un milagro de la Virgen del Encinar, que siempre fue muy milagrera ella.