El síndrome de Doña Elena

Cuando vamos al extranjero atraídos por un evento - principalmente de la cosa futbolera - siempre hay algún tipo bobo o muchos tipos bobos vestidos de toreros, o simplemente tocados con monteras y agitando capas. Son los gilibainas que contribuyen a alimentar el tópico de de que en este país unos son toreros y los demás aficionados, y que seguimos vistiendo como en los tiempos de Goya.
El máximo exponente de la estupidez nacional (del hijoputismo nacional es Aznar) es la Infanta Doña Elena de Borbón, y de ahí el título de este post.
Gastarse dinero en un viaje a Sudáfrica - unos 3.000 eurillos según he leído por ahí - para entrar en un campo de fútbol vestido de torero, se me antoja como mínimo del género tonto.
Los taurinos representan a la España de ellos mismos, su "patria exclusiva", una España idealizada sobre una tradición abyecta. Son una ridícula minoria en comparación con el número de personas que aborrecemos la cacareada "fiesta" y a los que no provoca vergüenza ajena.
Y respecto a Doña Elena, ya se sabe que es más tonta que Pichote (No he conocido a Pichote pero estoy convencido de que es menos tonto que Doña Elena) y a pesar de esa tontura no han faltado los lameculos que la han elogiado "por su elegancia" ¿La veremos en el España-Paraguay vistiendo otra vez de luces o nos sorprenderá con un look de picadora?



Alternativas al burka

"Cambiaré el burka por gorra y gafas de sol", dice Fátima Bumlaqi, musulmana de 26 años (¡qué pena, tan joven!) residente en Tarragona. Lo dice por la nueva ley que prohibe vestir en lugares públicos la prenda dictada por los santones barbudos.
Yo me atrevo a ofrecer otras alternativas: Casco de motorista y una media cubriendo la cara al estilo de los atracadores; montera de torero y antifaz de El Llanero Solitario; capirote de nazareno y careta de Federico Trillo; disfraz de Batman o de Robin...
Su marido, Mustafá Briqa, de 46 años, asevera circunspecto que "la mujer debe ir tapada, así está más cerca de Dios" Esto es, Dios nos hizo tapados y no quiere que andemos quitándonos ropa por ahí. Ya suponía yo que el obispo Munilla se ducha con la sotana puesta.